lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo ocho: ‘Adiós Kyle (Parte dos)’


-¿Desde que me caí de la bici? –Pregunta él. Me trago el miedo, y me sincero con él como nunca jamás lo he hecho.
-Sí… -Contesto. –Aquel día, no sé cómo, ni por qué, justo al verme, sonreíste. Y sonreí. No sé lo que sentía, si solo tenía cinco años… Pero con el paso del tiempo lo he ido sintiendo más, y supongo que al crecer lo entiendes.
-¿Y ahora lo sientes? –Pregunta él, mirándome a los ojos. Bajo la cabeza, mientras sonrío.
-Ahora lo que más siento es miedo. –Le digo mientras se me corta la voz y me tiemblan las manos. Él las coge, asustado.
-Eh, Nadinne… ¿Qué te pasa? –Me dice después de sentir el temblor de mis manos sobre las suyas.
-Nada, que tengo frío… -Sonrío.
-Sí claro, y yo soy idiota. –Dice serio.
-Pues un poquito sí, eh… Si no lo fueses te hubieses dado cuenta de que no quiero que te vayas, te hubieses dado cuenta de que te q…
‘El vuelo con dirección hacía Londres sale en diez minutos. Por favor, empiecen a subir al avión correspondiente. Buen viaje.’
-¿Me hubiese dado cuenta de qué?
-Te hubieses dado cuenta de que te tienes que ir, Ky.
-Yo no quiero irme. –Dice, mientras me coge la cara con las manos.
-¿Qué? –Pregunto, sin creerme lo que acababa de decir.
-Necesito tus razones. –Responde, antes de ser interrumpidos.
-Chicos. –Es su padre. –Es hora de irse.
Kyle me mira con los ojos llorosos. ¿Quiere llorar? Pero si la que se suponía que iba a llorar aquí era yo… Esto cada vez se me hace más difícil. Ahora entiendo porque en las películas, en las despedidas, cuando el chico se despide de la chica, este le pide que no llore, que no quiere irse con esa imagen, que sonría, que necesita su sonrisa para sonreír él también.
-¿Nadinne? –Pregunta su padre. – ¿En qué pensabas?
-Ah, no, en nada… -Me excuso. –Solo estaba pensando.
-Nosotros ya nos hemos despedido de Kyle, te esperamos en el coche. No tardes, ¿vale? –Me dice su madre, sonriendo.
-Gracias, Nadia.
Sus padres se marchan. Miro a Ky, que dirige su vista hacía el suelo.
-Sigo necesitando tus razones, pequeña. –Me dice con su sonrisa de siempre, enamoradiza.
-Es difícil, me da miedo que todo cambie. –Le digo bajando esta vez yo la mirada.
-Las cosas ya han cambiado. –Pone sus dedos debajo de mi barbilla y hace que lo mire. -Creo que cambiaron desde que me comí el suelo al caerme de la bici. Las cosas cambiaron para los dos, pero somos tan sumamente idiotas que no nos damos cuenta hasta que uno se separa del otro.
-¿De dónde has sacado eso? –Pregunto, asimilando todas sus palabras.
-Del miedo.
-¿Qué? –Flipo.
-Que el miedo que tengo de que te enamores de Adri es superior al que tengo de perderte al decirte esto.
-No me vas a perder. –Aseguro. –Aunque a lo mejor si cruzas por esa puerta y te subes al avión, puede que un poquito sí, eh… -Respondo, sonriendo. Sé que ahora ya no pierdo nada. Él se ríe, mientras se acerca a mí.
-Marta tenía razón, creo que la única que me va a echar de menos vas a ser tú. –Murmura.
-Seguramente… Aunque sé que tú no tendrás tiempo para ello.
-Nad, cuando te vas, el Ky este ya te está echando de menos. ¿Cómo no te voy a echar de menos mientras esté tres putos meses lejos de ti?
-Estamos en las mismas, entonces. –Respondo.
-No quiero irme. –Sus manos se posan en mi cintura, las mías en su cuello.
-Eso ya lo has dicho. –Sonreímos.
-No. No quiero irme ahora.
-¿Sabes qué? Yo tampoco. –Sonríe. –Pero es lo que toca…
-No, no es lo que toca. –Responde.
-Hoy me lo niegas todo, eh. –Intento sonreír. Su frente y la mía se juntan.
-Es que no tienes razón en nada, Nad. Yo no quiero que toque esto.
-Tú mismo me dijiste que sabíamos desde hace mucho tiempo que debías irte tres meses…
-Eso fue antes de que Adri se metiese tanto entre nosotros.
-¿Entre nosotros?
-Está celoso. Y es normal, yo también lo estaría si él fuese yo. –Me río. -¿Sabes qué? –Le miro, ya no necesita mi ‘¿Qué?’ para que sepa que debe continuar hablando. –Que me da igual la distancia que haya. Será difícil, sí, puede. Pero tú yo podemos con todo. He podido con tu arena en los ojos a los cinco años, con mi caída de la bici por culpa de tu sonrisa a los diez, y con el gilipollas del Adri a los quince, entre otras cosas. ¿Por qué no poder con la distancia? Tú has podido conmigo, y eso ya es mucho. Tú has hecho que el Ky que conozcas sea otro. Tú, acabas de hacer, que deje de tener miedo.
-¿Ahora? ¿Y cómo lo he hecho, sabiondo? –Le digo intentando disimular, lo que acaba de decirme me ha derretido por dentro. Siguen los avisos para que los pasajeros suban al avión con destino a Londres, pero Kyle hace el mínimo caso. –Ky, tu avión.
-Puede esperar.
-¿Te esperará a ti? –Sonrío.
-No lo sé, puede que no. Prefiero que me esperes tú.
-Aquí estaré, dentro de tres meses, a las diez de la noche, esperándote.
-¿No habrá cambiado nada?
-Eso no lo sé… -Sonrío, tímida.
-Espera. Que tienes algo aquí. –Se acerca más a mí, rozando con su dedo la comisura del labio, resiguiendo los labios. –Si sonríes no puedo.
-Pues sonríe tú también.
-Dalo por hecho.
En cuestión de segundos los labios de Ky ya estaban sobre los míos.

2 comentarios:

  1. Hola!! Me encanta la historia, de verdad, a veces leo libros y pienso:dios, como se lo an dejado publicar? Pero tu historia esta súper bien, sigue publicando, por favor

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Júlia, me alegro de que te guste:)
    Un besito!

    ResponderEliminar